Recent comments

ads header

Ultima Hora

El drama de los tres asiáticos que viven en el aeropuerto La Aurora

En los últimos años, Guatemala ha servido como puente para llegar a Norteamérica, no solo para centroamericanos y sudamericanos, sino también para asiáticos y africanos que se han unido al desfile migratorio mundial; muchos en busca de mejores oportunidades y otros huyendo de dictaduras, comunismo, pobreza y hostilidad.

Los traficantes de personas andan sueltos por el mundo buscando enriquecerse a costa del sufrimiento humano y esa fue la causa por la que tres jóvenes de Nepal están atrapados en el Aeropuerto Internacional La Aurora, de Guatemala.

Los tres residen en la puerta 14, rodeados de ventanales, motores de avión y unos cuantos agentes de la Policía Nacional Civil sin que hasta ahora existan acciones claras que permitan establecer cómo serán devueltos a su país de origen.

Un llamado de auxilio. Todo comenzó el martes 24 de febrero, cuando un diario guatemalteco reconocido recibió una llamada telefónica de una persona cercana al aeropuerto. Con preocupación, informó que tres jóvenes de un país desconocido estaban viviendo en el aeropuerto desde el viernes 20 de febrero. Estaban muriendo de hambre, pues nadie se había hecho responsable de ellos, por permanecer en el área internacional. “Son como de un principado”, fue lo primero que se supo de los jóvenes migrantes.

Los períodistas sabían que la única manera de llegar a ellos y comunicar la noticia era a través de la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH), por los convenios firmados, que garantizan que ninguna autoridad puede negarle el acceso.

Fue así como se coordinó una vista conjunta a La Aurora, pues se sabía que los migrantes no estaban comiendo. El único fin fue dar a conocer este caso, parecido a la película “La Terminal”, de Tom Hanks, en busca de ayuda.

El miércoles 25 de febrero, este periódico se dirigió al aeropuerto, con una pequeña cámara que no despertara sospechas, como parte de la comitiva de la PDH, que fue recibida dentro del aeropuerto por dos autoridades de seguridad aeroportuaria y el director de Migración, Renato Durán.

Antes de ingresar, las autoridades y la PDH conversaron acerca del caso y la única información que se conoció en ese momento fue que los tres jóvenes eran asiáticos pues las únicas palabras que pronunciaban era “Bután, Bután”.

Las autoridades indicaron que no se podía establecer en qué línea aérea habían llegado los tres jóvenes, debido a que no existen suficientes cámaras de seguridad. Caminando hacia una sala de abordaje, las autoridades comentaron que el viernes 20 de febrero, a eso de las 18 horas, se encontró a los migrantes buscando una salida. Como fue sospechoso, se les revisó y no tenían ningún documento de identificación, por lo que fueron entregados a la Dirección de Puertos y Aeropuertos (DIPA), de la PNC.

La situación de los migrantes es muy complicada, pues jamás ingresaron legalmente al país, ni tampoco pueden salir de él pues no tienen documentos. Además, no hablan ningún idioma que, hasta ese momento, permitiera tener más detalles.

Al llegar a la sala de abordaje, los tres jóvenes permanecían allí, sentados, cabizbajos y uno de ellos se veía muy mal de salud. Melvin García, el médico del aeropuerto, narró que el sábado 21 por la noche, uno de los jóvenes tuvo que ser ingresado a la sala de urgencias del hospital San Juan de Dios, pues vomitaba y defecaba sangre. “Al principio creímos que podría tratarse de alguna enfermedad infecciosa como el ébola, pero se comprobó que era una enfermedad péptica”, diagnosticó García. Esa misma noche regresó al aeropuerto y se le formuló el medicamento Ranitidina para tratar su padecimiento.

No se sabía con certeza cuánto tiempo tenían los jóvenes de no probar alimento ni agua, pues solo algunos trabajadores del aeropuerto les llevaban comida. Los migrantes estaban durmiendo en el piso, sin frazadas ni almohadas. Ramichi, bastante bueno para hacer señas, hacía la mímica de cómo dormían y daba a entender que estaban molestos por el frío y el dolor de cuerpo.

La única información que los períodistas obtuvieron ese día fueron los nombres que los jóvenes dieron: Babú, Ramichi y Limbo. Babú, quien fue llevado al hospital, era de tez morena y más parecido a la raza indú. Ramichi tenía rasgos asiáticos, al igual que Limbo, el más tímido y serio; y quizá el más jóven.

Según las autoridades, las edades de los jóvenes podrían oscilar entre los 19 y 22 años. Las autoridades mencionaron que podría tratarse de un caso de tráfico de personas y que la dificultad para investigar era el idioma.

La Dirección General de Aeronáutica Civil dijo no ser responsable del caso, pues el tema le corresponde a Migración. Sin embargo, la Dirección General de Migración (DGM), también evadió la responsabilidad, aduciendo que las personas no han ingresado al país, y se encuentran en las instalaciones del aeropuerto.

La PDH mencionó que el aeropuerto no es un lugar digno para vivir y ofrecieron darle seguimiento al caso. “Será bastante difícil obtener información hasta que se les lleve un traductor”, dijo una delegada de la oficina de atención al Migrante de la PDH. La noticia sale a luz Muchas personas que leyeron la historia de los migrantes se compadecieron de ellos y les llevaron cajas de comida, así como frazadas y almohadas para dormir, según narraron los taxistas que laboran en el aeropuerto. Incluso, trabajadores del aeropuerto manifestaron que la DGAC decidió encargarse de la alimentación de los jóvenes, supuestamente butanenses.

Ese día, el periódico retornó al aeropuerto La Aurora para volver a contactar a los migrantes, pero el acceso fue negado. Se llamó a la viceministra de Comunicaciones, Lucrecia Ruiz, pero al pedir permiso al director de la DGAC, Juan José Carlos, este nuevamente fue negado, indicando que el hecho de que la prensa permanezca en el área internacional atenta contra las leyes de aviación civil.

En los siguientes días, autoridades del aeropuerto informaron que para lograr comunicación con los jóvenes, se llevó a otro indocumentado originario de Nepal, quien se encuentra en el albergue de Migración en la zona 5, luego de ser rescatado cuando viajaba dentro de un furgón y que aún espera ser deportado a su país. Se creyó que podrían entenderse, pues Bután es vecino de Nepal, pero el intento no tuvo éxito.

Una llamada de esperanza. La primera semana de marzo, este diario recibió una llamada telefónica de EE. UU., de una persona llamada Phunsho Wangdi, un periodista butanés becado en Washington, quien ofreció su ayuda pues hablaba Dzongkha, el idioma oficial de Bután.


Una conversación con Wangdi podría ser la solución para los tres supuestos butaneses y también para las autoridades, quienes aún desconocían detalles del viaje para dar con la línea aérea responsable y retornar a los migrantes. Era la solución para acabar con el calvario de los tres jóvenes. El diario decidió comprar dos boletos aéreos hacia Costa Rica, la única manera de ingresar a La Aurora sin tener problemas.

Fue así como el miércoles 4 de marzo, a las 5 horas, el reportero y la fotógrafa lograron ingresar como viajeros hasta acceder al área internacional. El vuelo salía a las 8 horas, pero los pasajeros debían abordar a las 7.30 horas, así que la conversación con Wangdi debía hacerse de inmediato.

A las 6.35 horas, no había rastros de los migrantes. Los habían cambiado de lugar, el tiempo se agotaba y las posibilidades de acceder a los butaneses se reducían. Se le preguntó a una persona de limpieza si conocía a los migrantes y con una sonrisa dijo que permanecían en la “Puerta 14”, al final de la terminal aérea. Asimismo, narró que los trabajadores han comenzado a tenerles cariño, pues les llevan comida y algunas lociones de los Duty Free pues los asiáticos llevaban como mínimo 16 días sin meterse a una ducha. La puerta 14 tenía un cintillo que restringía el acceso a particulares. A través del vidrio se podía ver a los custodios de la PNC, así como las frazadas y zapatos que confirmaban que los migrantes se encontraban durmiendo en ese sitio.

Fue así como los reporteros se acercaron a un personero de seguridad y se le indicó: “Tenemos una persona en el teléfono que habla el idioma de estos jóvenes atrapados en el aeropuerto, si usted nos deja entrar, y darles el teléfono, luego les pasamos la información, esto les podría servir”. Acompañados de al menos 10 guardias, finalmente se pudo llegar hasta los migrantes que dormían en el suelo. “Si se les levanta antes de las 10 horas se ponen de mal humor”, dijo una persona de seguridad.

De pronto, Babú se levantó de golpe y fue en ese momento cuando Prensa Libre hizo el enlace telefónico a Estados con Wangdi. Para que Babú tomara la llamada, simplemente se le dijo: “Bután”, señalando el teléfono, y el joven lo tomó rápidamente. La conversación con Wangdi comenzó a fluir, habían logrado entenderse. Babú le pasó el teléfono a su amigo Ramichi, quien se desahogó con Wangdi. Lo único que Prensa Libre pudo interpretar debido a las señales que acompañaban las palabras eran quejas sobre la alimentación y sobre la enfermedad de Babú.

A las 7.30 horas, el supervisor de seguridad interrumpió la comunicación y arrebató el teléfono a Ramichi. De los 20 minutos que hablaron con Wangdi, lo único que el periodista mencionó en ese momento es que los jóvenes no eran de Bután sino que de Nepal. Como Wangdi también hablaba el nepalí. lograron comunicarse sin problemas.

El drama de los migrantes De acuerdo con las traducciones al inglés de Wangdi, se estableció que Babú, Ramichi y Limbo se dedicaban a trabajos temporales, y mientras laboraban en un hotel de Nepal, un desconocido ofreció llevarlos a Canadá. Los tres jóvenes viajaron a Singapur por su propia cuenta y allí conocieron a un tal John, quien sería su acompañante hasta Canadá. Para ello, pagaron US$10 mil. John les pidió sus documentos e identificaciones para falsificarlos y lograr los pasaportes de Bután. Según versiones de los jóvenes, el trayecto inició en Singapur, luego “Air France” los llevó a Holanda y luego a Guatemala.

Cuando el avión, aún desconocido, aterrizó en tierra guatemalteca, el tal John desapareció con sus documentos, dinero y equipaje. Los abandonó en el área internacional del aeropuerto La Aurora. Según Wangdi, los migrantes describieron a John como un anciano obeso y grande. Prensa Libre espera que con esta información, las autoridades busquen en las cámaras de seguridad de ese día, a una persona con esas características que seguramente entró al país. “Los jóvenes están muy nerviosos y confundidos, es posible que ni hayan salido del colegio, además de ello parecen ser iletrados y según lo que dijeron, es su primer viaje”, contó Wangdi.

¿Por qué de Bután? El experto y traductor comentó que una de las razones por la que los jóvenes dijeron ser de Bután se debe a que en Canadá existe un programa de refugiados para gente de ese país. “Me parece extraño que uno de los jóvenes se haya aventurado a este drama, pues es originario de Bután. Cuando era muy pequeño huyó de ese país junto a sus padres, así que aplicaría al programa de Canadá. No debió haber pagado esa cantidad de dinero”, lamentó Wangdi.

Estos son los detalles que se afinaron al conversar con el traductor Wangdi. Su destino y su futuro aún es incierto. La responsabilidad recae sobre la línea aérea, pero aún no se ha determinado cuál fue la que los trajo, sin embargo, trascendió que podría tratarse de un avión procedente de Europa, por el día y la hora en que los migrantes deambulaban en el área internacional. El canciller Haroldo Rodas informó ayer que el caso ya se conoció en Nueva York, donde se encuentra la misión guatemalteca de la Organización de las Naciones Unidas. “Ese caso debe resolverse rápidamente y ya se le está dando seguimiento”, aseveró Rodas.


El Gobierno de Guatemala siempre se ha manifestado en contra de la criminalización de los migrantes y del respeto a sus derechos humanos, principalmente el trato que en EE. UU. se le da a los guatemaltecos. “La única ayuda que se puede hacer por los jóvenes es brindarles apoyo, que las autoridades los aborden con cariño y les brinden confianza, pero lo más importante es que tengan alimento”, concluyó el periodista Wangdi, que ha sido clave en el desarrollo de esta historia. “Presiento que si los jóvenes retornan a su país, es posible que no tengan nada, pues seguramente vendieron casa y terreno para pagar este viaje, en el que un traficante de personas los dejó atrapados en un aeropuerto de un país desconocido por ellos”, aseguró Wangdi. Fuente: Diario Prensa Libre