La mañana del 27 de octubre de 1951, Guatemala despertó con la trágica noticia...
La mañana del 27 de octubre de 1951, Guatemala despertó con la trágica noticia: el avión C-47 de la Fuerza Aérea Guatemalteca en donde viajaba un grupo de conocidos artistas nacionales se había accidentado en una zona boscosa de Petén la noche anterior, en su trayecto de regreso a la capital.
El grupo de entusiastas artistas había llegado a la isla de Flores para realizar en vivo el programa radial La Hora Cultural del Ejército, que se transmitía en onda corta los días sábado por la radiodifusora nacional, desde diferentes escenarios de la República.
La TGW, la voz de Guatemala, inició su programación radial del domingo 28 de octubre con una sentida nota de duelo. La marcha de Chopin acompañó el trágico relato: 27 fallecidos y 2 sobrevivientes. El avión había despegado en la pista del aeropuerto de Santa Elena con rumbo a Guatemala después de su aclamada actuación en Flores. El mal tiempo imperaba y el capitán del vuelo, Enrique Pérez Guisasola, informó a sus pasajeros antes del despegue que la turbulencia aumentaría a su paso por Alta Verapaz
Ya en el aire, a tan sólo 90 segundos de haberse iniciado el vuelo, los pasajeros advirtieron que el motor derecho de la nave se incendiaba. El avión comenzó a tronar y el fuselaje de hierro se sacudió violentamente. No hubo gritos ni rezos, pero la angustia ante la inminente tragedia se reflejó en los rostros de los pasajeros.
En cosa de instantes, el avión se precipitó al suelo, rasurando a su paso la copa de los árboles en la selva. A la tragedia sobrevivieron dos personas, Antonio Almorza y Zoila Luz Estrada. Aviones de Aviateca llegaron a Petén a recoger a la víctimas.
Almorza estaba irreconocible por la hinchazón que le provocaron las quemaduras en el rostro y todo el cuerpo. Zoila Luz Estrada tuvo que pasar por el quirófano varias veces para librarse de la invalidez.
Fallecieron en el percance los músicos y artistas siguientes: Paco Pérez (compositor de Luna de Xelajú), Lilly Andreu Spillari, Salomón Argueta, Francisco Arrué, Víctor Alfaro Navas, Germán Bayer Santacoloma, Rafael Centeno, Francisco Monterroso, Héctor Flores, Florencio Juárez, Mario Lara Montealegre, Oscar Mondragón, Enrique Negreros, Mariano Prera, Fidel Pérez de León, Manolo Rosales, Antonio Rubio, Luis Rivera y Julio Vásquez. Técnicos radiales: Roberto Aparicio y Casiano Castañeda. Y tripulantes: José A. Escobar, Enrique Meléndez y Enrique Pérez Guisasola.
Entre los restos de la nave, se encontró una cámara con la cual los artistas se habían tomado fotografías antes del despegue en el Aeropuerto La Aurora y en su travesía en la isla de Flores. Estas instantáneas fueron las últimas imágenes que se conservan antes de esta tragedia aérea. La cámara estaba empapada en gasolina y sin embargo se lograron rescatar los negativos.
Dentro de los datos historicos es que el 2 de octubre se recuerda como "El día del artista nacional" por decreto emitido en 1981.
Relato de "Las Memorias Intimas".
Con el advenimiento de los gobiernos revolucionarios, el aspecto cultural fue puesto en alta estima en el país. Muestra de ello era la constante organización de eventos artísticos de todo tipo, empezando por lo que dio en llamarse la “Hora Cultural del Ejército” que en sí era un programa radial transmitido por la radiodifusora oficial TGW, que reunía en su seno a lo más granado del arte nacional, entre locutores, cantantes, intérpretes y compositores, quienes diariamente hacían las delicias del público guatemalteco. Dicho programa era una autentica caravana que recorría el país llevando su arte al ciudadano de a pie, acercándolo y compenetrándolo de manera especial con los artistas nacionales.
La “Hora Cultural del Ejército” programada para el sábado 27 de Octubre de 1951 iba a transmitirse desde la lejana cabecera de El Petén: La bella isla de Flores, en un intento de acercar a la población del remoto departamento al ambiente artístico de la ciudad. Para el efecto, el Ministerio de la Defensa ordenó que los artistas y técnicos radiales, junto a sus equipos e instrumentos, fueran transportados en uno de los C-47A de la FAG hasta el campo aéreo de Santa Elena, muy cercano a la cabecera, para luego ser llevados en una embarcación hacia la misma.
El avión designado para el vuelo fue el “0961” e iba bajo el mando del Mayor Enrique Pérez Guisasola, teniendo como copiloto al Capitán José Ángel Escobar Mendieta, completando la tripulación los mecánicos de aviación Casiano Castañeda y Enrique Meléndez. La caravana de artistas iba encabezada por el inmortal Paco Pérez, autor y compositor de “Luna de Xelajú” y su pianista Mario Lara Montealegre, además de Antonio Almorza, Antonio Rubio, Enrique Negreros, Fidel Pérez de León, Florencio Noé Juárez, Francisco Arrué, Francisco Cobos Montenegro, Francisco Monterroso, Germán Bayer Santacoloma, Héctor Flores, Humberto Oliva, Juan De León Cifuentes, Julio Vásquez, Lilly Andreu Spillari, Luis Rivera, Manolo Rosales, Manuel Victoriano Echeverría, Mariano Prera, Miguel Angel De León, Oscar Mondragón, Rafael Centeno, Roberto Aparicio, Salomón Argueta, Víctor Alfaro Navas, Víctor Manuel Tapia y Zoila Luz Estrada.
El Douglas C-47A "T-1" fotografiado en La Aurora por Peter C. Boisseau en 1946, poco después de su arribo. Crédito: Peter C. Boisseau vía Gary G. Kuh |
Para narrar lo acontecido luego de que el “0961” llegara a su destino, transcribimos un extracto de la columna “Memorias Intimas”, publicada por la señora María Elena Schlesinger en el diario El Periódico el 20 de Junio de 2009: “Al aterrizar en Santa Elena, los jefes militares y el pueblo salió a su encuentro ofreciéndoles un banquete en la Zona Militar. Luego abordaron la embarcación Cotalimax para dirigirse a Flores. La actividad no se pudo realizar en el Parque Central por el mal tiempo, así que se llevó a cabo en el Salón Municipal. El público se deleitó pidiéndoles más de su repertorio; querían tocarlos, saludarlos o simplemente hablarles un momento.”
Al final de la tarde, luego de dar por terminada la jornada cultural, la caravana se aprestó a regresar a la capital, siempre a bordo del “0961.” De nuevo recurrimos aquí a la narración de la señora Schlesinger, publicada en su columna “Accidente Aéreo en Petén” del 13 de Junio de 2009 en el diario El Periódico, para enterarnos de cómo ocurrió el accidente: “El mal tiempo imperaba y el capitán del vuelo, Enrique Pérez Guisasola, informó a sus pasajeros antes del despegue que la turbulencia aumentaría a su paso por Alta Verapaz.
Ya en el aire, a tan sólo 90 segundos de haberse iniciado el vuelo, los pasajeros advirtieron que el motor derecho de la nave se incendiaba. El avión comenzó a tronar y el fuselaje de hierro se sacudió violentamente. No hubo gritos ni rezos, pero la angustia ante la inminente tragedia se reflejó en los rostros de los pasajeros. En cosa de instantes, el avión se precipitó al suelo, rasurando a su paso la copa de los árboles en la selva.”
Luego del impacto, el noble avión se partió en pedazos, y casi inmediatamente sus restos se prendieron en llamas debido al combustible. Entre los hierros retorcidos se encontraban los únicos sobrevivientes de aquella tragedia: Lilly Andreu Spillari, Zoila Luz Estrada, Antonio Almorza, Salomón Argueta y Enrique Negreros, a quienes, luego de darles los primeros auxilios, se les llevó al hospital de San Benito. Una vez allí fallecieron la señora Andreu, y los señores Argueta y Negreros; quedando en situación delicada el señor Almorza y la señora Estrada. (Felizmente, ambos lograron sobrevivir.)
Sección trasera del 0961, tal y como quedó luego de precipitarse a tierra. Crédito: Archivo fotográfico de la Fuerza Aérea Guatemalteca |
Luego de concluidas las labores de rescate de los cuerpos de las víctimas, fue el propio Jefe de la Fuerza Aérea de Guatemala, Coronel Luis Antonio Girón Cartagena, quien volando el C-47A “0653”, los trajo de regreso a la ciudad capital. Por aquella gesta el Coronel Cartagena fue condecorado con la “Estrella de Bronce” el 20 de Diciembre de ese mismo año.
Con respecto a las causas del accidente, es difícil determinarlas, más allá de que el avión definitivamente despegó de Santa Elena con un motor incendiado, el cual seguramente estaba siendo embanderado por el piloto cuando finalmente el avión se precipitó a tierra. En todo caso, se descarta que el fuego se haya producido por que alguno de los pasajeros iba fumando, tal y como se rumoró por mucho tiempo, ya que el fuego se inició, sin lugar a dudas, en el motor, tal y como lo demuestran las fotos que el personal de la FAG tomó de los restos.
Para cerrar éste breve artículo, trascribimos otra de las columnas de la señora Schlesinger sobre el tema, publicada también en el diario El Periódico el sábado 27 de Junio de 2009:
“Con el correr de los días, Guatemala comenzó a conocer las pequeñas grandes historias de las víctimas del trágico accidente aéreo ocurrido en Petén en 1951. La historia de Francisco Arrué es conmovedora. Era violinista profesional egresado del Conservatorio Nacional y alumno destacado del famoso maestro violinista guatemalteco, Andrés Archila. Arrué murió a los 24 años de edad, 3 días después del nacimiento de su primer hijo.
Otro de los fallecidos, Roberto Aparicio, era técnico de radio y para entonces vivía en casa de su mamá. La noche al accidente, su anciana madre, acongojada por un fatídico presentimiento, esperó la llegada de su hijo levantada y rezando. A las cinco de la mañana, tocaron a la puerta de la casa: la tragedia se había consumado.
Rafael Centeno era trombonista profesional fue parte de la llamada fanfarria de la Banda Marcial y de la Orquesta de la Guardia Civil. Según nos relata Antonio Almorza, uno de los dos sobrevivientes en su obra Historia de la radiodifusión guatemalteca, la madre de Centeno nunca creyó que el cadáver que le habían entregado fuera el de su hijo. El día de los funerales recorrió la ciudad visitando las casas de las demás víctimas, buscando dentro de los ataúdes un cadáver que se pareciera al de su hijo Rafael. “Yo tengo la impresión”, repitió toda su vida desconsolada, “que mi hijo no era el que me llevaron, sino uno que vi en una casa de por el barrio El Tuerto”. La verdad sea dicha, muchos de los cadáveres quedaron totalmente destrozados y la tarea de reconocimiento fue realmente difícil.
Juan de León Cifuentes, músico, nunca conoció a su pequeña hija, quien nació dos meses después de su muerte. Por su parte, la madre de Manuel Victoriano Echeverría, radiotécnico de la TGW, también presintió el desenlace fatídico de su hijo. Como a las seis y media de la tarde del sábado del accidente, iba caminando por la 20 calle cuando sintió como una puñalada por dentro.
Sin saber lo que pasaba, llegó a su casa llorando, en donde le dijeron que su hijo se había ido a Petén con el contingente de artistas. Lloró desconsolada el resto de la noche pensando lo peor. A las cinco y media de la mañana del domingo, empleados de la TGW llegaron a su casa a darle la noticia del percance quedando momentáneamente ciega.
Otra vista de los restos del 0961. Crédito: Archivo fotográfico de la Fuerza Aérea Guatemalteca |
Motor derecho del 0961. Crédito: Archivo fotográfico de la Fuerza Aérea Guatemalteca |